El fuerte crecimiento de las ciudades y los pueblos en las últimas décadas ha provocado profundos cambios sociales, económicos, culturales y ambientales que afectan a las condiciones de habitabilidad de los asentamientos humanos.
Gran parte de la población mundial carece de vivienda y de los servicios mínimos de saneamiento, abastecimiento de agua, drenaje de aguas pluviales, electricidad, etc. El problema es especialmente grave en los países en vías de desarrollo económico.
El crecimiento de la pobreza, con el progresivo aumento de las diferencias entre ricos y pobres en el mundo, hace que la cuestión vaya tomando cada vez más importancia. El problema de la equidad en el reparto de las riquezas tiene un primer capítulo pendiente en el tema de los alojamientos humanos. La escasez de recursos financieros y la falta de oportunidades de empleo suponen un agravante de estos problemas ante el continuo aumento del número de personas sin hogar y de asentamientos precarios.
Los altos índices de migración internacional e interna y el continuo crecimiento de la población, especialmente entre las capas más bajas, agudizan particularmente estas situaciones. Además, el rápido crecimiento de la tasa de urbanización en el mundo traslada el problema al ámbito urbano, en el que las economías familiares son más vulnerables y dependientes, reduciendo su capacidad de autogestión.
Según las estadísticas, actualmente más de tres mil millones de personas, es decir la mitad de la población mundial, viven y desarrollan sus actividades en zonas urbanas.
La Segunda Conferencia Mundial sobre Asentamientos Humanos –Hábitat II-, celebrada en Estambul en 1996, propone la necesidad de conseguir dos objetivos fundamentales:
La vivienda digna para todas las familias es un derecho fundamental de las personas. Sin embargo, no se trata sólo de un problema de escasez de viviendas, sino también de déficit cualitativo de las existentes. Una vivienda será adecuada si, además de ser un lugar donde guarecerse, proporciona privacidad para las personas, espacio suficiente según el tamaño familiar, buenas condiciones de salubridad, accesibilidad física, seguridad adecuada y seguridad de tenencia. También contempla la inclusión de servicios, instalaciones y comodidades básicas (abastecimiento de agua, manejo de desechos, energía…) y aspectos relacionados con la calidad del medio ambiente, el cuidado de la salud y el derecho al trabajo.
La mayor parte de las viviendas de las clases populares se construyen, hoy en día, a través del sector informal, es decir sin intervención de arquitectos y planificadores urbanos y fuera de todo control normativo. La creación de nuevos barrios se realiza muchas veces de forma anárquica y sin planeamiento previo, lo que genera asentamientos humanos deficitarios en los que resulta muy complejo y costoso realizar procesos de acondicionamiento posteriores.
Resulta de fundamental importancia propiciar el desarrollo de asentamientos humanos sostenibles que ofrezcan a todas las personas, y en particular a los grupos más vulnerables y desfavorecidos de la población, las mismas oportunidades de llevar una vida sana, segura y productiva en armonía con la naturaleza y respetando el patrimonio cultural existente, al mismo tiempo que se garantice el desarrollo económico y social, y la protección al medio ambiente.
CEETyDeS – Hábitat Tierra, desde 1998, vienen implementando el método de desarrollo integral de Eco-Aldeas Sostenibles, diseñado para ser aplicado principalmente en aquellas comunidades rurales en situación de pobreza.
En dicho modelo se plantea que, para alcanzar un desarrollo sostenible, es preciso iniciar este proceso de cambio mejorando las capacidades económicas de cada familia a través de optimizar sus sistemas productivos, comerciales, servicios, etc. Por ello, para cada lugar específico, deberá abordarse el proyecto previo análisis sistémico de las variables que inciden en el desarrollo local (físico/natural, económico y socio/cultural), con objeto de generar una dinámica participativa de la población y lograr plantear soluciones al problema del hábitat que surjan desde y para un desarrollo propio. El método de Eco-Aldeas Sostenibles busca el desarrollo de comunidades rurales desde un enfoque endógeno.
El modelo de Eco-Aldeas Sostenibles, formulado y ejecutado por CEETyDeS – Hábitat Tierra, fue diseñado para ser implementado en países en vías de desarrollo, específicamente en aquellas poblaciones en situación de pobreza o extrema pobreza.
En el caso de los países de América del Sur, el medio geográfico, de gran parte de ellos, cuenta con características ambientales que van cambiando conforme asciende su altitud, produciéndose importantes cambios climáticos. Los diferentes climas: cálido, templado o frío, corresponden a cada piso climático y generan un determinado piso ecológico, con caracteres propios y con recursos vegetales propios.
Algunos de estos recursos están en peligro de extinción y es necesario rescatarlos antes que se pierdan irremediablemente. Además, es importante recuperarlos culturalmente, pues algunos de estos recursos, por ser cada vez menos usados, permiten que también se pierdan las técnicas que van asociadas a su manejo tradicional.
Con relación a la forma como se distribuye los asentamientos humanos en el territorio, una parte significativa de la población en estos países se encuentra concentrada en miles de comunidades rurales dispersas las cuales poseen un menor desarrollo socioeconómico además de tener un menor acceso a los servicios básicos como salud, educación, agua y electricidad; por ello, el problema del hábitat en estos lugares, debido a su complejidad, requiere no solo de un manejo cuidadoso, racional y sistémico para ser resuelto progresivamente, sino principalmente propiciando en cada acción de desarrollo la participación activa de las personas involucradas así como el fortalecimiento del papel que deben cumplir las autoridades locales.
La implementación de soluciones alternativas e ingeniosas que coadyuven a solucionar el problema del hábitat para miles de familias en situación de pobreza y extrema pobreza, puede tener un efecto muy positivo y aleccionador frente al reto de desarrollar de manera sostenible estas comunidades.
La idea de proponer como modelo de desarrollo las Eco—Aldeas Sostenibles, se sustenta en la necesidad de plantear un nuevo enfoque de diseño participativo que permita a sus moradores alcanzar un nivel de vida aceptable en un relativo corto tiempo potenciando y fortaleciendo las actividades económicas locales o incorporando otras que puedan ser asimiladas por la población.
Actividades como las agropecuarias (cría de animales menores, piscigranjas, horticultura biológica, cultivos en invernaderos, etc.), ecoturismo, Infraestructura productiva (canales de regadío, mejora de suelos de cultivo, reservorios, etc.), comercialización de sus productos, son, entre otras las actividades que deben ser consideradas en la primera fase de implementación del modelo con objeto de incrementar la capacidad adquisitiva de las familias para que progresivamente puedan mejorar sus condiciones de vida, especialmente en lo que respecta al acceso a educación, salud, alimentación, mejora de sus viviendas, etc.
Se trata de situar al hombre en el centro del desarrollo integrándolo con el medio ambiente circundante, de manera que este contexto sea facilitador de la participación de sus habitantes cuya responsabilidad sea compartida para consolidar progresivamente su propio hábitat y en donde se genere una dinámica que permita la satisfacción de sus necesidades básicas a través de la reutilización de sus conocimientos, tradición y cultura propias así como de nuevas técnicas apropiadas transferidas y adaptadas a las condiciones específicas de cada lugar.
Este proyecto es una iniciativa incentivadora de los valores propios de cada localidad y pretende ser un medio a través del cual las comunidades andinas puedan alcanzar un mejor nivel de bienestar y desarrollo.
La Eco-Aldea de Ccachupata es un proyecto ejecutado por CEETyDeS – Hábitat Tierra en una comunidad rural ubicada en la localidad de Cusco – Perú.
El modelo de vida occidental ha generado una cultura del bienestar basada en el consumismo y en la idea equivocada de “cuanto más poseemos, más bienestar tenemos”.
El bienestar de un grupo humano se consigue no solo a través de la satisfacción de sus necesidades básicas, sino también a través de facilitarles un hábitat ecológico mucho menos dañino con las personas y mucho menos agresivo con el medio ambiente circundante. Es un error pensar que el bienestar o la calidad de vida se consigue únicamente a través de implementar un modelo de asentamiento occidental que, en la mayoría de los casos trae caos, aislamiento de las familias, incomunicación, desconfianza, violencia y homogeneización o estandarización de las necesidades de las personas.
El diseño de las urbanizaciones en nuestros países tiende a volver impersonales a los espacios, se pierde la escala humana, desaparecen o se reducen al máximo los espacios colectivos de convivencia vecinal con el único objeto de obtener el máximo rendimiento económico. Las calles son ocupadas por los vehículos que se vuelven más importantes que las personas, las casas se aíslan entre sí a través de altos cercos o rejas cual cárceles.
En la actualidad, para los vecinos de cualquier ciudad es cada vez más difícil disfrutar de la naturaleza, participar sobre el diseño de su futura vivienda y peor aún del diseño de su espacio urbano.